Ometepe, una isla en pleno lago Nicaragua, con un acceso nada sencillo a través de carreteras llenas de baches… Sin olvidar el bote que hemos de tomar para llegar a esta mágica isla… Un destino, Finca Margarita, base de operaciones y de descanso. Mientras tanto, los coatis rebuscan en las basuras al tiempo que se planifica la subida a un volcán rodeado de selva… Idílico…
Llega la mañana, el despertar en un paraíso como este es único, casi indescriptible. Un coatí rebuscando en las basuras nos da los buenos días, como un signo mágico de lo que nos espera. La Finca Magdalena, una antigua mansión en plena isla Ometepe, es un punto clave en el que tomar conciencia del entorno.
Un entorno flanqueado por dos volcanes que crearon esta isla de ensueño, una tierra en el que la selva se apodera de todo. El contexto se ve salpicado por plantaciones de café, multitud de guayabas, mangos e infinidad de otras especies tropicales que llaman la atención del que deja un segundo para observar.
La subida al volcán
Una ruta para llevar a cabo de la mano de un guía, este se puede contratar por tan solo 5 dólares. Nada más entrar, una curiosa señal: “Entrada a la montaña. Se prohíbe portar armas de fuego”. Llamativo cuanto menos…
El sendero en sus primeros pasos nos lleva entre plantaciones de cacao y café, pero de pronto, tras una media hora de cómodo sendero, comienza la subida real. Se trata de una vía que nos lleva durante cuatro horas entre rocas, maleza, árboles,… y humedad, mucha humedad. La exuberante vegetación, pese a la dureza para el caminar que conlleva, nos deja imágenes casi únicas.
Mientras en el grupo nos abrimos paso hacia la cumbre, un curioso visitante hace acto de presencia. Entre un leve agitar en las copas de los árboles algo nos observa, nuestros acompañantes resultan ser una especie peculiar: los monos aulladores. Este simpático e inofensivo animal nos puede dejar una foto casi única, eso sí, necesitaremos un poco de suerte…
Entre la niebla, el barro y los aullidos de estos monos continuamos nuestro caminar hacia ese cráter que nos hemos propuesto como meta. En su interior, una imagen paradisíaca nos espera: un lago oculto en la boca del volcán con su agua cristalina y rodeado del césped más intenso que posiblemente jamás hayamos visto.
Si el día está claro, las vistas de esta muestra del poder de la entrañas de la Tierra nos acompañan en el deambular entre la maleza, incluso una postal del Océano Pacífico ejercerá de telón de fondo. Sin embargo, con la neblina como elemento destacado, la imagen, pese a mantener un toque poético, será mucho más difusa.
Ahora llega el momento del descanso, de vuelta a la base, una opción se nos plantea: disfrutar de cerveza nicaragüense, una Toña. Una abundante cena al precio que parece estándar en la isla nos deja más que satisfechos, y por esa misma tarifa podemos alquilar una bicicleta para recorrer la isla… Según parece, podríamos titular este artículo como “Ometepe, una isla a 5 dólares…”.
Ometepe, anclada en el tiempo
En nuestros recorridos por la isla, en pleno lago Nicaragua, podemos llegar a una conclusión: la isla puede dar la sensación de vivir alegremente anclada en el tiempo. Los recuerdos reminiscentes del siglo XXI llegan de la mano de estas bicicletas y motos de alquiler, por supuesto a 5 dólares…
Nuestro pedalear nos llevará a Charca Verde, un pantano destacado por la Lonely Planet, del que dice que acoge a todo tipo de aves. Llegamos a este enclave, y las vistas nos dan la bienvenida con sus enormes árboles, con su maleza frondosa, con pájaros revoloteando de aquí para allá.
Eso sí, en época de lluvias el nivel del agua está dos metros por encima de lo habitual así como una omnipresencia del barro que hacen ciertos caminos intransitables en bicicleta. Si volvemos mientras oscurece, no podemos olvidar que por un lago el alumbrado es… no muy intenso como poco, además de que encontraremos un notable tráfico de gente, caballos, cerdos,… un poco de todo por aquí y pos allí.
Lo cierto es que entre la vida que se respira, la amabilidad de sus gentes y el color tan especial de su naturaleza, Ometepe nos deja un sabor perfecto que mezcla paz con algo de amor y felicidad, uno de esos rincones del mundo que difícilmente olvida quien los visita con los ojos atentos de aquel que tan impresionado se queda…
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