Te mostramos 12 de las películas inspiradas por algunas de las más bonitas ciudades del mundo.
Hace un tiempo te mostrábamos las 10 mejores road-movies que podían inspirar tu viaje. Hoy le toca el turno a otra selección de cine: el de las ciudades más peliculeras del mundo. Un total de 12 largometrajes donde urbes que los ambientan son un personaje más, casi el protagonista principal. Si eres un cinéfilo empedernido, puede ser una buena idea planificar tu próximo viaje para visitar alguna de estas ciudades reviviendo así tu película favorita fotograma a fotograma.
Roma: La gran belleza (Paolo Sorrentino)
Película de Paolo Sorrentino estrenada en 2014 y que cosechó todo lo cosechable: el premio BAFTA, el Globo de Oro, el Goya, el Óscar… Todos a la mejor película extranjera. Aunque sobre todo, esta película se ganó el favor de la crítica y el público hasta tal punto que se ha instalado en el imaginario colectivo como la película romana por excelencia, tal vez por detrás de la mítica La Dolce Vita de Fellini (y quizás de Vacaciones en Roma). De hecho, Sorrentino juega con esta referencia: su protagonista bien podría ser el envejecido Marcello de la película felliniana.
En La Gran Belleza Roma aparece como una ciudad que lo da todo pero en cuyo batiburrillo es difícil encontrarse a uno mismo. No es la única dicotomía que presenta la Ciudad Eterna: urbe tradicionalmente de exceso y espiritualidad, de lo moderno y de lo antiguo, de lo vulgar y lo elevado… Una ciudad poliédrica que la película aborda de un modo que no olvidarás.
Berlín: Cielo sobre Berlín (Wim Wenders)
Película de los años 80 que es hoy un auténtico film de culto. Y algo más que una película donde la ciudad es protagonista. En Cielo sobre Berlín el tema de la película es Berlín. Una reflexión sobre la historia de Alemania a través de la destruida y reconstruida ciudad. La película tiene tintes de fábula dado que nos presenta una historia que juega entre la realidad y la ficción: sus protagonistas son ángeles que pueden oír los pensamientos de las personas, pero son incapaces de comunicarse con ellos. Un juego que recibe una vuelta de tuerca más con la aparición de Peter Falk (el actor de Colombo) interpretándose a sí mismo.
En definitiva un film que, como salta a la vista, no es especialmente accesible; sin embargo, dejarse cautivar por él tiene recompensa: la sensación de belleza y melancolía que deja al espectador es de esos logros que pocas películas consiguen. Y para muestra, un botón:
Los Ángeles: El gran Lebowski (hermanos Coen)
El Nota, The Dude, en definitiva lo que en Norteamérica se conoce como un loser y en España como un tirao: ese es Lebowski. Todo comienza con unos matones que le confunden con un pez gordo de su mismo apellido. Al darse cuenta de la confusión se van de su casa pero dejándole un “regalito” en su alfombra. Ni corto ni perezoso, El Nota se presenta en la casa del millonario Lebowski para exigir una alfombra nueva. A partir de ahí, se inicia una trama llena de malentendidos, equívocos y confusiones de identidad con asesinato incluido. Una comedia diferente, gamberra y que es hoy en día una película de culto por derecho propio.
Tokio: Lost in translation (Sofia Coppola)
No parece una ocurrencia que uno de los mejores relatos de los últimos años sobre la incomunicación y la deshumanización de las relaciones se ambiente en Tokio. Su pareja protagonista, Bill Murray y Scarlett Johansson, es uno de los mayores atractivos de esta película. Dos personas, cada uno con sus situación especial -él un actor amargado, ella una joven desorientada- que se encuentran casualmente en Tokio. Allí, en una ciudad de nadie, encontrarán una conexión especial: la de sentirse desconectados con todo… y hasta aquí podemos leer. Mejor es que la veas si no lo has hecho ya: seguramente no te arrepentirás
Nueva York: Manhattan (Woody Allen)
Woody Allen firma con esta película uno de los cantos más recordados a Nueva York. La trama viene a conjugar lo acostumbrado en sus películas: individuos inseguros, angustias existenciales en la clase media alta neoyorquina, equívocos amorosos y referencias a Ingmar Bergman. Más o menos la misma receta que durante décadas ha empleado en otras de sus películas que también han exaltado la ciudad. Sin embargo, Manhattan es la más perfecta de todas ellas: las estampas que fotografió en un maravilloso blanco y negro forman parte hoy en día del imaginario popular que muchas personas tienen en mente experimentar cuando reservan vuelos baratos a Nueva York.
Toledo: Tristana (Luis Buñuel)
Película estrenada en 1970, se trata de la segunda adaptación de Buñuel de una novela de Galdós, tras la afamada Nazarín. Sin embargo, no es una adaptación fiel, puesto que Buñuel no dudó en dar rienda suelta a su imaginación, a menudo muy oscura. La película nos cuenta las peripecias de Don Lope, un seductor de provincias venido a menos, con Tristana, una joven a la que toma por amante. Esta relación se verá alterada por multitud de sucesos a cada cual más perturbador: infidelidades, amputaciones, sueños en los que la cabeza de Lope es el badajo de una campana… En definitiva, Buñuel 100%. Por cierto, para el recuerdo queda el tándem interpretativo formado por Fernando Rey y Catherine Deneuve. Y, por supuesto, la belleza de Toledo, una ciudad que, como queda demostrado, puede ser muy cinematográfica.
San Francisco: Vértigo (Alfred Hitchcock)
Clásico, reclásico y requeteclásico del cine. Como diría Garci: apabullante. Y, en fin, ¿qué decir de esta película que no se haya dicho ya? Considerada como una de las mejores películas de Alfred Hitchcock, es especialmente recordada por las imágenes de San Francisco: su puente, las casitas de Alamo Square, sus grandes avenidas… e incluso las haciendas de su herencia colonial española. Un escenario muy adecuado para ambientar esta historia de pasión y obsesión, de realidad y ficción. Cóctel en el que no podemos dejar fuera la pareja protagonista, James Stewart y Kim Novak. Especialmente recordada es la escena al lado del puente de San Francisco. ¡¡¡Madeleine!!!
París: Amélie (Jean-Pierre Jeunet)
¿Quién no conoce a Amélie? La película sigue las aventuras y desventuras de Amélie Poulain, una joven que se propone ayudar a todas aquellas personas a su alrededor que lo necesitan: un viejo gruñón peleado con la Humanidad, un proyecto de escritor que se niega a reconocer su mediocridad, su padre, a quien invade una atonía existencial cada vez más profunda… Y muchos otros. La película se presenta como una fábula, repleta de detalles y colores que parecen sacados de un sueño infantil: efectos especiales sorprendentes y una estética barroca y deslumbrante. Y para completar París: la ciudad de los sueños por excelencia.
Venecia: Muerte en Venecia (Lucchino Visconti)
Basada en el relato de Thomas Mann, la película nos narra los requiebros de Gustav von Aschenbach, un compositor que atraviesa una crisis creativa y personal que trata de conjurar con unas vacaciones en Venecia. En el hotel se hospeda un jovencito que rápidamente atrae su atención y que termina simbolizando para él la idea de belleza que ha estado toda su vida persiguiendo infructuosamente. Y como telón de fondo, una Venecia decadente en la que se está produciendo una epidemia de cólera de la que nadie habla, y que va matando a Aschenbach poco a poco. Una película, sin duda, para sibaritas: introspectiva, filosófica e hiperestetizada.
Londres: La naranja mecánica (Stanley Kubrick)
La controvertida película de Kubrick, de la que poco se puede añadir ya, fue rodada en un Londres poco habitual. No veremos el Parlamento, ni el Palacio de Buckingham ni la Torre de Londres. Lo que Kubrick nos propone en su película son localizaciones que en su época eran el novamás de la arquitectura moderna. Normalmente distritos o zonas de Londres que, como Thamesmead, estaban pobladas de edificios de este estilo arquitectónico. Como hemos dicho, en su momento era lo más, aunque hoy es otro de los elementos que contribuyen a ese look viejuno vintage de la película que a tantos gusta y a tantos desagrada.
Viena: El tercer hombre (Carol Reed)
Un clásico indiscutible. Tan buena por su planteamiento y ejecución que las malas lenguas dicen que su director, Carol Reed, se dejó aconsejar más allá de lo confesable por uno de los actores que participaban, un tal Orson Welles. Y lo cierto es que razones de sospecha no faltan. La estética, tenebrosa y expresionista, es muy deudora a lo que Orson Welles ya puso en práctica con Ciudadano Kane.
Una puesta en escena que, por cierto, a pesar de sus sombras y oscuridades es brillante en su concepción. De hecho, nos da una imagen de la Viena de posguerra torturada y oscura, muy lejana de las típicas estampas imperiales, blancas e impolutas (¿insípidas?) de la ciudad a las que estamos acostumbrados.
Madrid: El día de la bestia (Álex de la Iglesia)
Película que en su día gozó de mucho éxito. No nos extraña dada la interesante combinación que propone: un abundante acervo de referencias a la cultura popular tomadas básicamente de la serie B norteamericana, mezclado con un cómico costumbrismo casticista. Un cóctel arriesgado pero que funcionó y de qué manera. De hecho, cómo no recordar la célebre escena en la que el Padre Ángel espera la llegada del Anticristo frente a las Torres Kio.
Y cómo no, la escena rodada en el edificio Carrión en Callao, famoso por su anuncio de tónica. En definitiva: satánica, hilarante, perturbadora, irreverente y muy nuestra.