La escultura forma parte, junto con la arquitectura y la pintura, de las llamadas Bellas Artes. En este artículo te hablábamos sobre dónde ver las obras de pintura más famosas y ahora le toca a la escultura. Un arte, por cierto, al que ya hemos dedicado varios artículos como el de las esculturas más grandes del mundo o las esculturas más raras del mundo. ¡Acompáñanos que te vas a quedar de piedra!
David, de Miguel Ángel
Probablemente la obra de Miguel Ángel es una de las esculturas más famosas del mundo. Por un lado es, en sí, un canon de belleza masculina (aunque la cabeza sea un tanto desproporcionada). En su momento, resultó ser también una escultura muy innovadora, sobre todo por la expresión de tensión que podemos ver en la cada de David. Esta intensidad emocional la reprodujo Miguel Ángel en otras esculturas, como su no menos famoso Moisés, y se la denomina terribilità. La podrás ver en la Galería de la Academia de Florencia, aunque si no quieres pagar sus más de 20 € de entrada, siempre puedes ver una reproducción de estas obra maestra expuesta en la Plaza de la Señoría en la misma ciudad.
El pensador, de Rodin
Es uno de los “clásicos modernos” de la escultura, dado que no es tan antigua como pudiera parecer. Se trata de una obra realizada en el año 1881; originalmente debía integrar un complejo escultórico más amplio destinado a decorar el Museo de Artes Decorativas de Francia. La idea de Rodin fue representar a Dante pensativo concibiendo la Divina Comedia. Con el tiempo, esta idea fue cobrando vida propia y constituyendo una obra diferenciada que nada tiene que ver con Dante. Desde entonces se ha convertido en una obra emblemática que evoca, de inmediato, la filosofía y la meditación. Podrás ver la original en el Museo Rodin en París, aunque hay multitud de reproducciones repartidas por todo el mundo: en Bruselas, en San Francisco, en Buenos Aires, en Ciudad de México, en Copenhague, en Berlín e incluso en Japón.
La Venus de Milo
Estamos ante una de las obras de arte más reproducidas para representar no sólo a la Antigua Grecia sino al propio arte como tal. Se trata de una pieza elaborada en época helenística, lo cual queda evidenciado por el realismo que muestra y por lo expresivo de su postura. A pesar de que le falten los brazos, esa carencia acentúa incluso lo icónico de la obra. En pocas palabras, una escultura magistral que es, por méritos propios, la niña de los ojos del Museo del Louvre, un museo ya de por sí sobrado de obras maestras. Si visitas el Museo del Louvre no te dejes llevar por la corriente y reserva unos minutos para contemplar esta obra maestra.
Busto de Nefertiti
Nefertiti fue la esposa de Akenatón, el faraón que emprendió una revolución religiosa. Pero también artística y este busto es un buen ejemplo de ello. Lo puedes ver en el Museo des Neues de Berlín. El busto mide apenas 50 cm de alto y está tallado en caliza. El realismo es conseguido por una capa de yeso aplicada sobre la piedra, aunque la pintura sin duda realza todavía más esa sensación naturalista. Sin duda uno de los detalles más hermosos son los cristales de roca planeados para simular las pupilas. Y decimos planeados porque, desgraciadamente sólo se conserva el cristal del ojo derecho. Pese a todo, sigue siendo una pieza de finura y sutilidad magistral cuya contemplación impacta y vale mucho la pena.
Amor y Psique
La historia de Amor y Psique nos viene referida por El asno de oro de Apuleyo y la escena que representa esta escultura nos puede resultar bastante familiar. Y es que, según la historia mitológica, Cupido revive a Psique de un sueño inducido por una poción gracias a un beso. ¿Te suena, no? Pues la mejor representación escultórica de esta escena la realizó Antonio Canova en 1793, durante una época, la neoclásica, que en lo escultórico, no ha pasado a la Historia del Arte como una de las más apreciadas. Sin embargo, aquí queda esta obra maestra de apenas 155 cm de alto pero de una finura incuantificable que puedes ver en el Museo del Louvre. ¡Cómo no!
Piedad, de Miguel Ángel
Aquí tenemos a otra de las obras que pueden resumir lo mejor del arte occidental. Realizada por un jovencísimo Miguel Ángel (tenía 24 años cuando la terminó), es una obra maestra indiscutible. Miguel Ángel echó mano a un tema de la escultura y la pintura llamado Piedad, es decir, el momento en que la Virgen María toma el cuerpo de Cristo ya muerto y descendido de la Cruz. Un momento que, como es natural, solía ser tratado con expresividad y patetismo. Sin embargo, Miguel Ángel opta por la serenidad, como puede apreciarse en el rostro de María. Asimismo, los detalles, tanto de la ropa de la Virgen, como del cuerpo de Cristo evidencian un virtuosismo en el uso del cincel que probablemente no ha vuelto a ser superado. La puedes ver en la misma Basílica de San Pedro.
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