Potsdam es una localidad de en torno a 180.000 habitantes ubicada a unos 40 minutos en tren de Berlín. Una visita de lo más gratificante si nos dejamos caer por la capital alemana, dado que supone una inmersión en la historia del país y en lo mejor de su arte, ¡y encima está reconocida como Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO! Sin duda un planazo que deberías incluir si todo lo que hay que ver y hacer en Berlín se te queda corto.
Palacio de Sanssouci y sus jardines
Sanssouci es, sin duda, la joya de la corona de Potsdam y uno de los palacios que integran el catálogo de Patrimonio de la Humanidad que atesora esta ciudad. El origen de este palacio rococó es, sin duda, el deseo de Federico II el Grande de contar con un lugar de recreo y descanso. De hecho, sans souci significa “sin preocupaciones”, por lo que no puede estar más claro que buscaba Federico II con este complejo. Destaca su fuente central rodeada de finísimas esculturas de mármol, que dan paso a jardines articulados en seis terrazas, las cuales conducen al famoso palacete. Aunque, si lo comparamos con otros palacios dieciochescos, no destaca por su tamaño, es absolutamente hermoso. Se accede por una columnata semicircular y, una vez dentro, su visita supone toda una inmersión en la vida de Federico II de Prusia.
Podemos ver sus dependencias más privadas, como su despacho, donde murió y que no se puede transitar pero sí ver desde las puerta. Las demás estancias son de descanso y recepción. Destaca la sala ovalada, la cubierta por la cúpula, donde Federico II, como buen déspota ilustrado, solía reunirse con los intelectuales de su tiempo, entre ellos el famoso Voltaire. En otro salón podemos ver la flauta de Federico II, quien fue célebre por ser el “Rey flautista”. No en vano, una de las más famosas obras de Johann Sebastian Bach, la Ofrenda musical, se basa en variaciones de un tema de flauta compuesto por el propio Federico II. En fin, como puedes ver, la carga cultural de este palacio es impresionante.
Molino
Al lado de Sanssoucci se encuentra este molino de viento de estilo holandés mandado construir por Federico II. Aunque fue muy dañado durante la Segunda Guerra Mundial, fue reconstruido a finales de los años 80. Hoy luce, la verdad, imponente y puede ser el protagonista de algunas de tus mejores fotos de Potsdam. Te aconsejamos que lo visites interiormente y subas todos sus pisos. De hecho, puedes subir a lo alto de todo e incluso pasear por una de sus terrazas elevadas de madera mientras observas sus aspas girar a una velocidad asombrosa. Desde allí, además, podrás contemplar las vistas de los jardines y parques de Potsdam. Y, para un recuerdo más sabroso, siempre puedes comprar un pan realizado con la harina producida en el mismo molino.
Galería de Arte de Sanssouci
Aunque separada del Palacio de Sansoucci, la Galería puede visitarse haciendo un alto en tu ascenso por los jardines. Se trata de una galería modesta, si la comparamos con las grandes colecciones de otros monarcas europeos pero lo que hay es ciertamente muy bueno. En la elegante galería dieciochesca se exponen 140 cuadros del siglo XVI y XVIII. La colección está muy bien; de hecho pueden contemplarse algunos cuadros de Rubens, van Dyck y Caravaggio. Para muchos, la joya de la corona de esta galería es La incredulidad de Santo Tomás de Caravaggio.
Salón de Té
Ubicado a algo menos de 1 km caminando por los parques de Sansoucci te encontrarás el Salón de Té o Pabellón Chino. Una construcción que parece como surgida de la nada y que, por eso mismo, supone un grato descubrimiento para el visitante. Proyectada por Federico II como un mero lugar de descanso, destaca por sus elementos decorativos y escultóricos basados en una cultura china algo procesada por el gusto artístico europeo del siglo XVIII. Sin duda, los brillos dorados de sus columnas y esculturas te procurarán hermosas fotos.
Tumba de Federico II el Grande
Está ubicada en un lugar muy discreto, casi impropio de un rey de su categoría, aunque bien pensado el monarca ilustrado prusiano nunca contempló un lugar de descanso suntuoso. Si asciendes por los jardines camino del Palacio, en el extremo derecho, muy cerca del desvío hacia la Galería de Arte encontrarás un muy discreto rincón con esculturas. Si te fijas en el suelo verás una lápida con un retrato del rey y una serie de patatas depositadas como ofrendas. ¿Qué pintan las patatas en su tumba? Se cuenta que Federico II fue el introductor de la patata en los territorios alemanes, un producto cuyo cultivo ayudó a evitar hambrunas.
Barrio Holandés
Un pedacito de Holanda en plena ciudad. Su origen se remonta a Federico I, quien necesitó de artesanos holandeses para ampliar sus dependencias. Para que los recién llegados se sintieran lo más cómodos posible, se recrearon las típicas casitas holandesas, identificables por la forma de sus frontones, sus ladrillos sin revocar y sus contraventanas. Un total de 150 casitas de estas características ubicadas en una zona tranquila y agradable.
Palacio Cecilienhof
Incluido en la serie de palacios que conforman la herencia Patrimonio de la Humanidad de Berlín y Potsdam, Cecilienhof es un lugar que has de visitar si te apasiona la historia. Fue mandado construido por el último káiser alemán, Guillermo II, para su hijo, quien no llegó a gobernar jamás. Su estilo combina la grandiosidad guillermina con un deliberado revival de la arquitectura tradicional alemana. El entorno circundante es precioso pues el palacio se abre al río Havel y a un pequeño bosque. Sus jardines interiores no son menos bellos, por lo que te aconsejamos que aproveches y los visites. Los aficionados a la historia vibrarán pues fue allí donde se reunieron entre julio y agosto de 1945 Churchill, Stalin y Truman para diseñar el orden mundial post-Segunda Guerra Mundial.
Puente Glienicke
Ya que estamos explorando los rincones históricos de la ciudad, no cuesta nada desplazarse hasta el emblemático Puente Glienicke, un puente de hierro de principios del siglo XX. Aunque destruido durante la Segunda Guerra Mundial fue reconstruido y, de hecho, fue uno de los lugares donde era relativamente habitual realizar canje de espías entre el bloque occidental y el bloque comunista. Si eres cinéfilo, probablemente ya lo hayas reconocido por el protagonismo que adquiere en la película El Puente de los Espías, de Spielberg.
Palacios de Potsdam
Como hemos comentado anteriormente, fue Federico II el que contempló Potsdam como lugar de residencia fija, apartado del mundanal ruido con epicentro en Berlín; tras su muerte, los monarcas prusianos abandonaron Potsdam como lugar de residencia, aunque en el siglo XIX Federico Guillermo IV y Guillermo I recuperaron el gusto por vivir en esta localidad. Es por ello que algunos de los palacetes de Potsdam son fruto de los caprichos de estos tres monarcas. Veamos los más importantes.
- Nuevo Palacio de Potsdam: Fue mandado construir por Federico II el Grande tras la Guerra de los Siete Años, conflicto del que Prusia salió fortalecida. Es un imponente palacio característico del siglo XVIII.
- Palacio Orangerie: Una constucción del siglo XIX impulsada por Federico Guillermo IV con el fin de ser una residencia apacible; de ahí sus referencias decididas a las villas italianas.
- Palacio de Babelsberg: Encargado por el rey de Prusia y primer emperador alemán Guillermo I. De estilo más neomedieval, en su diseño estuvo implicado el arquitecto Schinkel, más famosos por ser el arquitecto del Altes Museum de Berlín.
Alter Markt
La Plaza del Mercado Antiguo es todo un despliegue de arquitectura neoclásica. No en vano, uno de los artífices de la Iglesia de San Nicolás, con su imponente cúpula, es Schinkel, el arquitecto del Altes Museum de Berlín. Además de la iglesia tenemos el edificio del Ayuntamiento completando un espacio de lo más equilibrado y clásico. La decoración de espacios públicos con obeliscos también es muy neoclásica, por cierto. Este obelisco de 16 metros cuenta con un reconocimiento muy curioso: en él están esculpidos los retratos de los arquitectos que hicieron posible Potsdam, entre ellos Schinkel, ¡cómo no!