Diego Velázquez es, sin duda, un símbolo de lo mejor del arte español en todo el mundo. Considerado como uno de los mejores pintores de la historia (si no el mejor), sus cuadros han sido durante mucho tiempo muy codiciados por particulares y museos. Algo que ha propiciado que su obra, no muy abundante, esté repartida por varios museos del mundo. Es, por tanto, un error común pensar que todo Velázquez está en España y, concretamente, en Madrid. Y más equivocado es pensar que todas las obras maestras del artista están en nuestro país. En este artículo damos una vueltas al mundo de la mano del inmortal artista sevillano. Y, si quieres saber más sobre las opciones de ver gran arte en España, te dejamos nuestro artículo sobre dónde ver las obras maestras del arte español. Aunque si lo que buscas es seguir la pista de otros grandes artistas, aquí te dejamos los artículos sobre dónde ver los cuadros de Leonardo da Vinci, dónde ver los cuadros de Rembrandt, dónde ver los cuadros de Picasso, dónde ver los cuadros de Dalí y dónde ver los cuadros de Goya alrededor del mundo.
Museo del Prado (Madrid)
La primera parada es obligatorio hacerla en Madrid. Básicamente porque es el Museo del Prado el que más obras del pintor alberga. La gran mayoría, además, son sus obras maestras más conocidas como Las Meninas, los retratos de los bufones, el retrato ecuestre del Conde Duque de Olivares, Las Hilanderas o la Rendición de Breda. Un hecho que no nos ha de extrañar dado que, por encima de todo, Velázquez era un pintor de corte. Y dado que el Museo del Prado ha sido, en buena parte, nutrido por las colecciones reales, es del todo lógico que entre sus muros se encuentre lo mejor de Velázquez. Si quieres visitarlo pero no sabes por dónde empezar, puede serte útil nuestro artículo sobre cómo sacarle todo el partido al Prado en 1,2 o 3 días.
De hecho, buena parte de los visitantes (y de la reputación) del museo se debe al poder de atracción de la obra velazqueña. La presencia del pintor, además, es omnipresente. De hecho, en una de las puertas del museo se alza la escultura dedicada a Velázquez realizada por Aniceto Marinas en 1899. Un espacio, por cierto, que forma parte del denominado Paisaje de la Luz recientemente declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. En este artículo te mostrábamos todo lo que ver y hacer en el Paisaje de la Luz de Madrid.
Wellington Museum (Londres)
En este museo londinense podemos apreciar una de las obras maestras de juventud de Velázquez, El aguador de Sevilla. Pintado en torno a 1618 refleja las influencias del joven Velázquez, especialmente las de Caravaggio. El lienzo es todavía admirado por su uso de la luz y su atención al detalle (por ejemplo, las gotitas de agua que se ven en la superficie del cántaro). La historia de sobre cómo acabó ese lienzo en Londres son muy interesantes. En principio integraba el botín de José Bonaparte, pero la derrota francesa en España frustró el plan de llevarse el cuadro. Sin embargo, Fernando VII, en agradecimiento a los ingleses por su ayuda en la Guerra de Independencia, regaló la obra al Duque de Wellington.
National Gallery (Londres)
Y ya que estamos en Londres, nada mejor que darse un salto a la National Gallery para admirar una de las obras más apreciadas de Velázquez, La Venus del espejo. Una obra extraordinaria en lo estilístico, debido a que Velázquez da rienda suelta en él a su famosa pincelada suelta (que tanto admirarían e imitarían siglos después los impresionistas). La concepción del cuadro también es un enigma debido a su deliberada ambigüedad. ¿Por qué la Venus está de espalda? ¿Nos está observando a través del espejo que le sostiene el angelillo? ¿Quién mira a quién, el espectador a la Venus o viceversa? Velázquez, ya lo sabemos por Las Meninas, adoraba estas ambigüedades entre cuadro-espectador y este es un lienzo donde las concreta de manera magistral.
Por cierto, no es el único Velázquez que podrás admirar allí. El museo también alberga otro de sus cuadros más famosos, el Retrato de Felipe IV de castaño y plata.
Galería Dora Pamphili (Roma)
Velázquez viajó a Roma dos veces en su vida; y fue en su segunda visita cuando pintó uno de sus cuadros más enigmáticos: el retrato de Inocencio X. Un lienzo, como decimos, misterioso, sobre todo debido a la misteriosa expresión de la cara del papa. Muchos críticos consideran este lienzo como una obra maestra del retrato debido a la habilidad de Velázquez para expresar la personalidad del retratado. Por lo demás, el cuadro supone un peldaño más en el uso de la pincelada suelta que tanto caracteriza a Velázquez. La obra también es destacada por el sabio uso del color que en ella aplica el pintor sevillano, especialmente en las vestiduras del pontífice. Méritos que han sido desde siempre elogiados. De hecho, muchos lo consideran el mejor retrato de la historia y el artista Francis Bacon dedicó nada más y nada menos que 40 pinturas a versionarla.
Museo de Historia del Arte (Viena)
En ese museo austríaco podemos admirar dos obras maestras incuestionables del retrato velazqueño. La primera es el Retrato de Felipe Próspero, el primer hijo varón de Felipe IV, nombrado príncipe pero que desafortunadamente murió muy joven. Una salud débil que Velázquez refleja en el retrato a través de los múltiples amuletos que porta el niño. El cuadro es muy apreciado sobre todo por el retrato del perrillo faldero. Si te acercas al cuadro verás que el perro no está dibujado: su imagen se ha realizado superponiendo pinceladas. Sin duda, una obra excepcional.
En el mismo museo también podrás ver el Retrato de Margarita de Austria en azul. Una imagen que te recordará a las meninas y donde, al igual que esta gran obra, Velázquez demuestra un empleo magistral del color y el detalle.
Museo Metropolitano de Arte (Nueva York)
Hasta ahora hemos visto que Velázquez era un consumado maestro del retrato cortesano. Pero también era un genio retratando gente más modesta y humilde. Sin duda, su mejor retrato en este aspecto es el de Juan de Pareja. El lienzo fue pintado en el segundo viaje a Roma (un poco antes del famoso retrato del papa Inocencio X). Lo singular es que el retratado no podía ser más humilde: era el propio esclavo de Velázquez. Se piensa que era de origen morisco y se sabe con certeza que también era diestro en el uso de los pinceles. Aunque tal vez más singular sea que en ese mismo año en el que Velázquez pintó el cuadro, 1650, también otorgó la libertad a su retratado. Ese respeto por la dignidad de Juan de Pareja se refleja a la perfección en el cuadro, donde la prestancia y el porte del retratado es ensalzada deliberadamente por el artista.